domingo, 14 de agosto de 2011

Se Vende Parte 1


Cuidadosamente dejó la taza sobre la mesa, teniendo gran cuidado al hacer esto para no romper la loza, fina sin lugar a dudas, adornadas a la manera de los japoneses, con líneas delicadas y suaves, con exquisitos dibujos de casas y paisajes montañosos, tanto la taza como el plato mostraban lo que podría ser un valle visto a través de las nubes desde la cima de alguna montaña, estaba observando estos detalles cuando advertí que su mirada se clavaba en mi como diciéndome que dejara las trivialidades para otro momento.
 
Mi interlocutor estaba sentado frente a la gran ventana que daba hacia la avenida, tapada con una gran cortina amarillenta ya por el tiempo, y sin embargo tal era la claridad del exterior contrastante con la oscuridad del departamento, que no podía verle la cara, sin duda lo había visto cuando llegó, sin embargo no podía recordarlo a detalle, aparte de que portaba un traje muy elegante, particularmente oscuro, podría decirse que no lo vi, simplemente llegó y lo dejé pasar, como quien espera a alguien , pues en cierta manera así era. Entonces rompió el silencio:
 
-Entonces ¿está totalmente seguro de esto?- No era el tipo de voz que mentalmente había creado para la imponente figura que estaba frente a mí, sino que era una voz dulce y acompasada, casi casi hipnotizaste.
 
-Sí, ¿gusta otro poco de café?-dije esto aclarando la garganta con un ruidoso carraspeo, el largo rato de silencio había hecho sonar algo cómica mi voz cuando comencé a hablar.
-No muchas gracias, en verdad que me ha sorprendido su amabilidad, hace mucho tiempo que no me sentaba, últimamente no me queda tiempo para descansar, algún día lo haré, pero ahora debo continuar con mis asuntos.
-¡Vaya! pues igualmente si desea un poco más ahí tiene la cafetera, puede servirse si gusta.
-De nuevo gracias, ahora pasemos a la razón por la que me encuentro aquí.
 
Dicho esto separó un poco la taza y las diferentes cosas que había sobre la mesa, poniendo un gran portafolios sobre ella y sacando un gran sobre amarillo, particularmente grueso, dejando al final solamente esto sobre la mesa. Un frasco con algodón y una lanceta completaban su equipo, sonreí al ver estos últimos aditamentos sobre la mesa. Al notar mi sonrisa observó:
-Algunas cosas nunca cambian, por más que el mundo cambie debemos mantener algunas medidas, anticuadas quizás, pero efectivas.
 
-Comprendo, supongo que es un cliché en su profesión ¿no?
 
Me miró un momento de tal manera que temí haber dicho algo indebido, pero rápidamente me tranquilicé pues contestó:
 
-¿Profesión?, bueno; puede llamarlo como quiera, soy el único que lo hace y no pienso mostrarle a nadie la manera de hacerlo - y tras un pequeño resoplido continuó -  bien, mire señor, debemos cerrar un trato y establecer que éste quede debidamente negociado.
 
Por un momento debí reflejar mi temor pues se echó a reír descaradamente diciendo:
 
-¡Vaya! Todo iba tan bien, a fin de cuentas todos son iguales, ¡Por favor! deje de lado sus estúpidos temores y no salga ahora con que me hizo venir hasta aquí por nada.
 
-¡P-pero señor! Yo ni siquiera lo llamé.
 
-¡Patrañas! Claro que lo hizo, y si quiere se lo puedo demostrar, solo que a veces me llaman sin saberlo, pero ahora es muy tarde para decir que no me han llamado. Por lo general toman mi nombre a juego, pero yo sé cuándo una oferta es real.
 
-Bueno, entonces... Pues veamos...
 
Extendió varios montones de papeles, que tras un breve examen vi que eran en realidad pocos documentos, con muchas capas de papel carbón separando otras tantas capas de más papel, es decir, se copiaría muchas veces todo lo que se escribiera sobre esas hojas.
 
Y comenzó a hablar...
 
Habló en términos desconocidos para mí, tardíamente pensé que hubiera sido buena medida llamar a mi abogado, ante esta desventaja hice como que me interesaba y entendía su jerga jurídica, de vez en cuando le lanzaba algunas objeciones que hábilmente evadía, o respondía según fuera el caso, tras media hora de términos que solo comprendería un abogado, un contador o un empresario, se dio cuenta de mi ignorancia, y discretamente sin perder la paciencia ni la decencia me dijo:
 
-A grandes rasgos, usted quiere vender su alma, y yo se la puedo compra; puede pedir lo que quiera pero el límite de edad al que llegará son 99 años, si usted quiere ser rico hasta que muera, lo será, eso no es problema para mí. ¡Todo eso a cambio únicamente de su alma!
 
-Pero.. es que mi alma...
¡Bah! ¿Su alma de que le sirve? No le ayuda a ganar el pan diario, no le ayuda a tener todo lo que quiere y últimamente nadie se fija en ella, lo material ha pasado a primer plano, así que mejor véndala o muérase pobre.
Ante tales argumentos solo atiné a balbucear:
-¿Entonces... por qué le interesa tanto a usted?
-Simplemente soy coleccionista, véalo de esa manera y comprenderá por qué pago tanto por tan poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario